Los demócratas «moderados» estadounidenses tienen una forma particular de decir las cosas, de enunciar lemas y consignas que te emocionan, que te hacen sentir parte de un gran proyecto, cuando la verdad es que todo se queda en palabras y promesas, cuando más en algunos cambios cosméticos que cumplen una doble función: mantener el status quo y no molestar mucho a los poderosos.
Ayer fuimos testigos de como el presidente Joe Biden aseguraba que Latinoamérica no es el patio trasero de Estados Unidos, sino el delantero.
«Solíamos hablar cuando era un joven en la universidad del patio trasero de EE.UU, pero no es el patio trasero, creo que al sur de la frontera con México es el patio delantero de EE.UU. Somos personas iguales», dijo Biden en una rueda de prensa con motivo de su primer año en el poder, que se cumplió ayer jueves.
Biden aseguró que Washington no dicta lo que ocurre en otras partes del continente: «El problema que tenemos son las grandes dificultades para compensar los errores que cometimos en los últimos cuatro años, y eso llevará algún tiempo«, apuntó.
No obstante, Biden no respondió a la pregunta de un periodista sobre cuándo iba a visitar Latinoamérica.
Por otro lado arremetió contra su predecesor Donald Trump (2017-2021), sin mencionarlo por su nombre, por «el gran daño» que causó a la región por su política exterior y destacó que una de las medidas que adoptó su Gobierno fue celebrar una cumbre, en diciembre, de las democracias, aunque a esa cita no fueron invitados algunos países de Centroamérica… o sea, que no fué tan democrática, cuando no se invitó a los gobiernos que no le gustan a EEUU, a los que no se pliegan a sus intereses y su mandato en la región.
Agregó que está pasando mucho tiempo «hablando y tratando» en lo que se refiere a la política hacia el presidente venezolano, Nicolás Maduro, a quien calificó de «dictador«. Sí, sobre todo porque reconoció a Juan Guaidó, que no fue elegido por nadie, como legítimo presidente de Venezuela, un hombre que hoy es considerado uno de los políticos menos populares de Venezuela, protagonista de una enorme farsa que devino en caricatura.
Y apuntó que de la misma manera está dedicando tiempo a Chile y a Argentina, aunque matizó que «no son lo mismo» que Venezuela. O sea, la traducción es que Biden espera que no se conviertan en «lo mismo», pues entonces poerderían el apoyo de EEUU, aunque ganasen el apoyo de sus masas de trabajadores desprotegidos por décadas de neoliberalismo.
Biden también habló de inmigración y apuntó que la gente abandona sus hogares en Centroamérica para dirigirse a EE.UU. porque «tienen problemas reales«. Lo que no dijo es que gran parte de esos problemas ha sido causado o bien por la avaricia corporativa de las transnacionales estadounidenses que han pretendido saquear hasta el último rec urso de nuestros países al sur del Río Bravo o bien por las acciones desestabilizadoras de la CIA, ayudando a poner y sostener gobiernos que procuren el beneplácito del «amo del Norte«.
A ese respecto habló de sus logros cuando fue vicepresidente de Barack Obama (2009-2017) y recordó que trabajó para proporcionar miles de millones de dólares a las naciones emisoras de migrantes.
Por el momento, Biden no ha logrado impulsar una gran reforma migratoria, como había prometido, por las ajustadas mayorías demócratas en el Congreso y en los primeros meses de su Administración se encontró con una crisis en la frontera con la llegada de números récord de indocumentados.
De Cuba no habló, pues a pesar de haber prometido durante su campaña revisar las crueles medidas adicionales que agregó Trump al injusto bloqueo a Cuba por más de 60 años, lo que ha hecho es recrudrecer las medidas, en un bochornoso intento de agradar a la ultra derecha cubana, que no votó por él y jamás lo hará, que se se pasea por las calles de Miami con carteles que dicen «Trump es mi Presidente» y «Que se Jod* Biden«… lo que es simplemente una total verguenza.
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