Muchos de nosotros no votamos por Joe Biden, votamos «contra Trump«. De haber habido un candidato menos comprometido con el establishment, con las grandes corporaciones y con los «vicios» de Washington, otro gallo hubiese cantado y Joe no estaría hoy en la Casa Blanca.
No obstante, no hay dudas de que el aparentemente afable anciano es mejor, es más decente y quizás (solo quizás) menos peligroso para el futuro del país y del mundo que el Diablo Anaranjado que logramos sacar de la Oficina Oval.
No hay dudas de que había que sacar a Trump del poder y Biden era la única opción posible para hacerlo luego de que el Comité Nacional Demócrata movilizara todos sus recursos y todas sus conexiones, incluso las procedentes del bando republicano, para impedir que Bernie Sanders, -un progresista falsamente acusado de «comunista» que de verdad hubiera luchado por los «de abajo«-, llegara a la Presidencia.
Y muchos están felices solo porque «hay más decencia» ahora en Pensilvania 1600. O porque Biden nos regresó al Acuerdo de París, aún cuando haya autorizado más inversión privada del gran petróleo en tierras protegidas que el propio Trump. O porque Biden ha mantenido Obamacare, aún cuando ha permitido, y hasta apoyado, los malignos avances en la privatización fraudulenta de parte de Medicare. O porque se concentró en serio en aliviar la pandemia y no agredió a diario al buen doctor Fauci, lo cual realmente se agradece.
Sin embargo, Joe debió haber aprendido dos grandes lecciones de Donald: la agresividad política y la capacidad de anticipación y preparación.
Agresividad Política
Ser «agresivo» políticamente no significa ser grosero o indecente. Significa, ante todo, usar todas las herramientas a su alcance para luchar por lo que cree y defender lo que dice defender. Trump nos dió un formidable (aunque cuestionable) ejemplo en ese sentido. No titubeó jamás para defender las corporaciones, para regalarle cuantiosas exenciones de impuestos a sus amigos ricos, para empacar la Corte Suprema con degenerados jueces conservadores que han deshonrado lo que un día fuera un símbolo de «chequeos y balances«, para colocar hombres clave en lugares clave.
¿Te imaginas a Joe Biden haciendo esas mismas cosas pero para favorecer al pueblo, a los trabajadores, a la mayoría de la nación y a las minorías aplastadas por el capital y el conservadurismo? La agresividad política puede ser decente, y puede lograr mucho si Joe Biden estuviera dispuesto a jugarse su capital político como se lo jugó Trump, sólo que en sentido inverso.
Anticipación y Preparación
Trump supo con mucho tiempo de antelación que podía no conseguir la reelección y también con mucho tiempo comenzó a preparar a su base inyectando en sus escasas mentes la turbia e infundamentada idea de las elecciones «robadas y amañadas«.
Trump sabía que podía perder y se aseguró de que bajo su mandato se beneficiaran al máximo los ricos, incluyendo a su propia familia. Trump nos mostró muchas veces como se preparaba (hasta donde su escaso intelecto o su limitada visión política le permitían) respecto a lo que podía acontecer a futuro.
Biden sabía, como sabíamos todos, que la Corte Suprema estaba incubando un golpe mortal a lo poco que va quedando de «democracia» y «libertad» en este país (respecto a los derechos de las mujeres, de los LGBTQ+, de los derechos de voto), pero ni se preparó con tiempo para contrarrestar semejante agresión, ni preparó a su base conminándoles a luchar por lo que es justo, con la misma fuerza que Trump motivó a la suya a luchar por la injusticia y la falsedad.
Biden sabía, como sabemos todos, que las grandes corporaciones, convertidas en monopolios que han eliminado, de facto, el «libre mercado«, se aprovecharían de la pandemia para subir los precios e incrementar el sufrimiento del 60-70% de las familias estadounidenses mientras reportan ganancias record que a veces duplican, o incluso cuadruplican las del período pre-pandémico, pero no puso en marcha ningún plan, ninguna estrategia que movilizara la ley, y mucho menos que movilizara las masas, contra ese sacrilegio económico-social.
La pregunta que muchos se hacen es si Biden no quiere, o de verdad no puede hacer las cosas como Trump, pero beneficiando a los otros, a tí y a mí.
La GRAN pregunta entonces es si sólo por ser más decente y menos anaranjado, Biden de verdad es diferente a Trump, o ambos son más de lo mismo.
Este autor tiene muy clara la respuesta. ¿La tienes tú?