«ACLARACIÓN IMPORTANTE: Hemos recibido comentarios autorizados de personas con alto conocimiento técnico acerca de imprecisiones en este artículo, pues de esa manera, en vez de producirse ganancia en electricidad, se produciría pérdida debido al rozamiento. Por tanto, el mensaje acerca de la avaricia de los que más tienen es correcto, pero la información es errónea. Pedimos disculpas y luego que nuestros lectores vean esta advertencia, procederemos a eliminarlo de nuestro periódico».
Los carros eléctricos son el futuro. No usan combustibles fósiles. No contaminan el medio ambiente. Llegaron para quedarse y a la vuelta de unas décadas sustituirán el parque automotriz tradicional. Punto.
Pero no son nada baratos, dirás tú, y tienes razón. El carro líder del mercado, el Tesla, es bastante caro. Y otros no se quedan muy atrás. Las ganancias de la nueva industria automotriz están siendo enormes. No por gusto Elon Musk ya sobrepasó a Jeff Bezos como el hombre más rico del mundo. O algo así, depende quien haya explotado más a su gente o hecho más trampas legales en los últimos tiempos, pero ambos están compartiendo la primera y segunda posición en el ranking de los más degenerados… perdón, perdón, de los más acaudalados.
Claro, ellos se justifican diciendo que los costos de investigación han sido muy altos, que el montaje de las líneas de fabricación es complejo y par de excusas más, pero tú y yo sabemos algo que no nos están diciendo, pues tontos no somos: a medida que pase el tiempo, que amorticen la inversión, que optimicen los procesos productivos y el uso de los materiales, y por supuesto, en la medida que crezca la competencia, los precios tienen que bajar… y ahí tú y yo vamos a apovechar para comprarnos nuestro flamante carro eléctrico.
Pero ahí tenemos un problema: estos carros no pueden ir tan lejos como los de gasolina o diesel, y la recarga no es algo tan rápido como llegar a la bomba, meter la manguera, verter el líquido, sacarla y seguir. Pero parece ser que tendremos que lidiar con eso y confiar en que cada vez las baterías sean más eficientes y más duradera su carga.
Y más caras. Porque estos tipos no nos están diciendo, que con el tiempo, gran parte de su margen de ganancias va a estar precisamente en las baterías y las estaciones de recarga. Pero también parece ser que habremos de lidiar con eso. O no… si nos guiamos por el invento de un modesto ciudadano ruso dueño de un Chevy Bolt.
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Foto publicada por Yuri Bharat en su página de Facebook
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Resulta que este señor vió lo obvio, pensó en lo obvio e hizo lo obvio: le agregó a su carro un dinamo, que produce energía a partir del movimiento de las llantas del carro y lo traslada a las baterías (¿recuerdas el dinamo con el que alimentabas la luz de tu vieja bicicleta?). Pum. Pam. Fuera… se le fastidió el negocito a Elon Musk, a General Motors y al resto de las automotrices.
Ya el carro no tiene que hacer interminables paradas para ir de Los Angeles a New York. Ni hay por qué poner baterías tan enormes que justifican un mayor costo. Indudablemente hay una pérdida de energía. Nadie ha descubierto aún el «perpetuum mobile«. Todavía habrá que recargar en las estaciones de servicio, pero con mucha menos frecuencia.
Esto lo hizo un humilde hombre en el garage de su casa, y no sabemos siquiera si es ingeniero. ¿Por qué con todos los recursos, conocimientos y tecnologías a su disposición, no pueden hacerlo los grandes fabricantes automotrices?
Pues porque en el centro de todo no estamos nosotros, ni el medio ambiente, ni la mejor calidad del vida del futuro, sino las GANANCIAS. ¡Elemental, Watson, elemental!
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Imagen de Portada por Derek Bruff en Flickr.com