No voy a hacer una de esas largas y tediosas introducciones. Todo el mundo conoce a Nayib Bukele y todos estamos hablando de El Salvador y la decisión de su Congreso de aprobar una reforma constitucional que permite la reelección presidencial indefinida.
Esa noticia ha dado mucho más que hablar que posiblemente la masacre de niños, mujeres y ancianos en Gaza o la limpieza étnica que, con ayuda de encapuchados y campos de concentración, se está llevando a cabo en Estados Unidos actualmente. Entonces, cortemos las florituras y recordemos a ese Séneca, grande entre los grandes, cuando decía: «Prefiero molestar con la verdad que complacer con adulaciones«.
Yo sé que a muchos de mis amigos y seguidores no les va a gustar lo que voy a exponer. De antemano, les reitero mi respeto a su opinión, sea cual sea, y les reafirmo mi testimonio de gratitud por el apoyo que siempre de ustedes he recibido. Más allá de eso, los que me siguen hace años, los que me conocen, saben que vivo bajo una máxima aristoteliana: «Platón es mi amigo, pero la verdad me es más querida«, lo que significa que digo lo que pienso, lo que considero justo y acertado, luego de documentarme hasta el máximo posible y de contrastar diversas fuentes y múltiples opiniones.
¿Puedo equivocarme? Pues claro. ¿Puedo ver el bosque y dejar algunos árboles fuera? ¿Puedo ver muchos árboles y al mismo tiempo perder la perspectiva general del bosque? Pues también. Soy humano, imperfecto y amante de la verdad, pero ni dueño ni celador de la misma. De la única cosa de que pueden seguir convencidos es de que escribo con sinceridad, sin correas ni patrocinadores, y de que, además, si alguien me convence (con argumentos, hechos y análisis; no con consignas u ofensas) de que no tengo la razón, pues me retracto, me disculpo y seguimos desandando camino juntos.
Respecto a Bukele, muchos saben que desde hace ya varios años vengo expresando mi preocupación porque la izquierda latinoamericana le venía dando la espalda (por sus enfrentamientos con el FMLN, con Maduro y con otros que ahora nos distraerían de la esencia), bailando al mismo ritmo de los demócratas y progresistas estadounidenses, que igualmente lo rechazaban por sus controversias con antiguos «amigos» y sus supuestas «violaciones» a los derechos humanos, lo que siempre se me hizo una postura tan populista como hipócrita.
Sabido es que, donde la izquierda no ocupa una trinchera, la derecha se la queda. Y que donde la izquierda da un paso atrás, la derecha —más veloz habitualmente— da dos hacia adelante… ¡Y lo hicieron! Se acercaron. Le ofrecieron ciertos apoyos que un presidente que tanto está luchando por su pueblo no puede rechazar. Sobre todo porque el arte de la política es el de la maniobra, no el de la tozudez; algo en lo que Bukele cada día nos transmite otra enseñanza.
¿Creen que me gustó ver a Bukele al lado de Donald Trump? No, pero me dediqué a estudiar cada documento público al que pude tener acceso y cada intervención de Bukele, durante y después del encuentro en la Casa Blanca. Hoy, creo que estoy en condiciones de decir, con fuerza y argumentos, no con pasión y mezquinas emociones, que no, Nayib Bukele NO SE HA UNIDO a Donald Trump en un sentido formal o político, aun cuando han expresado posiciones similares en ciertos temas, como la seguridad y la guerra contra las pandillas, la delincuencia y las drogas.
Se llegó a un acuerdo en cuanto a recibir deportados en las cárceles de El Salvador y pudiéramos cuestionar si todos los incluidos en ese plan merecían tal tratamiento o no (siendo lo más seguro que no), pero negar, como millones y yo negamos la limpieza étnica trumpista, no puede conllevar a la negación de la extrema necesidad de la lucha contra la violencia organizada a nivel continental y mundial.
Tampoco podemos negar que Bukele ha mantenido una postura pragmática en sus relaciones internacionales, procurando siempre una independencia de las alianzas tradicionales y acercándose tanto a actores de derecha como de izquierda, según lo que más convenga al pueblo de El Salvador y que, a la vez, no pisotee la plataforma programática de su movimiento.
Si profundizamos en el tema, podemos encontrar muchos puntos de desencuentro en «las ramas«, pero si nos enfocamos en «el tronco«, en la esencia, podemos quizás coincidir en que políticas como la de «abrazos y no balazos» de mi respetada presidenta de México no están dando ningún resultado; que la inseguridad que se vive en muchos países latinoamericanos, incluyendo mi Cuba querida, que una vez se preció de ser un país seguro, ha hecho que por toda América Latina se levante un inmenso clamor popular de apoyo a las duras, pero imprescindibles, medidas de Bukele en El Salvador.
No se puede seguir luchando contra los problemas de hoy con las mismas armas y los mismos métodos que no han dado resultado por décadas…, pero vayamos directo al tema de la «reelección indefinida» y los burdos intentos de la izquierda populista y la derecha oportunista de calificarla de «dictadura«. Expongamos muy rápido varios elementos, sin orden de prioridad:
* Etiquetar simplistamente a lo que está ocurriendo en El Salvador como «dictadura«, no sé si es desconocimiento real, intento de ganar «likes«, ignorancia pretendida u ofensa a la inteligencia de los salvadoreños. Ellos en ningún momento aprobaron que Bukele se quede indefinidamente en el cargo, sino que pueda postularse una y otra vez… pero es el pueblo salvadoreño, el que con su voto libre y soberano, decidirá si continúa en el poder o no.
* Sí, el pueblo salvadoreño, ese mismo que ha estado expresando, en mediciones y encuestas de organismos internacionales, entre un 80% y un 90% de apoyo a Bukele. Menciónenme en estos momentos a otro presidente de nuestro continente (de Alaska a la Patagonia), o de la Europa que se rasga sus camisas gritando «violación a la democracia«, que se acerque, incluso por muchos números, a ese nivel de popularidad.
Esa izquierda, tan desconectada de su pueblo en tantos casos, está prestando atención a manuales y banalidades, en vez de a la opinión de un pueblo dolido, pisoteado, maltratado por diestros y zurdos, que hoy finalmente está viendo la luz y está recuperando lo que en tantas partes hemos perdido: LA ESPERANZA.
* Tomemos los últimos 6 años (ojo, yo ya hice la tarea), y pongamos sobre la mesa hechos, cifras, serios análisis comparativos y de tendencias de El Salvador y de todos y cada uno de los países de las Américas, más desarrollados y más pobres, y menciónenme uno, SÓLO UNO, que haya avanzado más que El Salvador en todos los aspectos de la vida económica y social del pueblo… incluyendo los derechos humanos de la gente buena, trabajadora, luchadora por el progreso y con derecho a una vida mejor y diferente de la atrocidad en la que vivían, mientras callaban los que ahora pretenden sacarse un ojo en defensa de delincuentes, pandilleros y sujetos de la peor calaña.
No diría jamás que todo lo que Bukele está haciendo está bien. Será la historia quien lo juzgue y estoy seguro de que ha cometido y seguirá cometiendo errores, o haciendo cosas que pudieron haberse hecho mejor. Pero caminen, pateen las calles de nuestros barrios más humildes en todos nuestros países y pregunten a la gente qué tipo de político quieren. Si uno como Bukele, con errores pero resultados, u otros con mucho populismo y nada de resultados.
«El problema no es el sistema, sino el hecho de que un país pobre se atreva a actuar como un país soberano. Se supone que no debes hacer lo que ellos hacen. Se supone que debes hacer lo que te dicen», sentenció el propio Bukele a inicios de Agosto 2025.
Estoy convencido de que esta exposición no me ganará aplausos. Tampoco dinero, porque no hago esto con fines comerciales…, y no importa si estás en desacuerdo conmigo total o parcialmente.
Te respeto y solo te pido que pienses, y vuelvas a pensar, si toda la información con la que te están bombardeando los medios que consumes se ajusta a la verdad, o a los intereses de quienes ven en Bukele un peligro por la forma en que inspira a las masas. O el «mal ejemplo» de que incluso con un país casi en ruinas, devastado por décadas de guerras y saqueos, SÍ SE PUEDE lograr avances y mejoras palpables, medibles para el pueblo.
Bukele no es mi amigo. Muchos de ustedes sí lo son… Aun así, como dijera mi admirado Aristóteles de su maestro y amigo Platón, la VERDAD, o al menos lo que hasta ahora me dice la investigación y el análisis más profundo al que puedo llegar, ME ES MÁS QUERIDA.