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Una querida amiga publicó en Facebook este resumen anónimo de todo lo que durante siglos «nos han hecho creer«. Lo encontramos tan aleccionador que no quisimos dejar pasar la oportunidad de compartirlo, agregando algunos comentarios. Las frases en rojo provienen de la publicación original. El resto es nuestra opinión (un gran reto, debido a que son varios puntos y sólo un pequeño parrafito dedicado a cada uno), que tú puedes asumir o desechar como solo una determinada posición individual ante la vida, pero de seguro la parte del original te hará reflexionar. ¡Y cuestionarte muchas cosas!
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Nos hicieron creer que después de la muerte hay un cielo o un infierno con un juicio final que termina en un premio eterno o en un castigo para siempre…, ignorando que esto contradice la imagen del «Dios de Amor» que adoran las principales religiones del mundo. Por eso tratan de que desconozcas los planteamientos del sabio neerlandés Baruch Spinoza, compartidos por Einstein, quien se negaba a imaginar «un Dios que castiga o recompensa a los objetos de su creación, o que tienen una voluntad del tipo que experimentamos nosotros mismos«.
Nos hicieron creer que la vida solo tiene sentido si encuentras a tu media naranja, un ser que piense y actúe igual que tú…, cuando el pensar que para ser UNO necesitamos de otra MITAD puede hacernos sentir incompletos y fomentar la dependencia de otra persona para «ser alguien«. Es cierto que, como muchas otras cosas y personas, la pareja nos complementa, pero no somos «mitades» que necesitan de otra mitad, sino seres completos que encontramos la felicidad, la realización personal y el bienestar al lado de otro ser completo.
Nos hicieron creer que las enfermedades son hereditarias, genéticas o contagiosas y que solamente la medicina las puede curar… pues eso es lo que conviene a las grandes farmacéuticas y al bochornoso negocio comercial de la curación médica. Les conviene que enfermemos y, en muchos casos, mantenernos enfermos, porque «las personas sanas no generan dinero» ni hacen más ricos a los ya muy ricos. Indudablemente hay enfermnedades hereditarias, genéticas y contagiosas, pero la mayoría de las afecciones se pueden evitar, superar o controlar estimulando las respuestas intrínsecas del organismo y con adecuados hábitos de vida (alimenticios, de ejercicios, etc.) que deberían inculcarnos desde niños, pero no se hace.
Nos hicieron creer que lo contrario al amor es el odio…, cuando no es cierto. Lo contrario al amor es el miedo. Y la indiferencia. Los seres humanos buenos, los que amamos con todas las fuerzas de nuestros corazones y asumimos el amor como la Estrella Polar de nuestras vidas TAMBIÉN ODIAMOS y eso no significa que somos odiadores, o que sacrificamos la bondad y la compasión por los rencores y la maldad. ¿Pero qué otro sentimiento abrigar por aquellos que provocan guerras donde muere tanta gente inocente (niños entre ellos) motivados por los más mezquinos intereses? ¿O por los que generan hambrunas, necesidad, desesperación y extrema pobreza sólo por su avaricia infinita jamás satisfecha?
Nos hicieron creer que la soledad existe…, quizás para provocar más miedos, para generar dependencias, para debilitar el valioso recurso del reconocimiento de nuestra identidad más allá de la mera existencia física. Por supuesto que existe la «carencia voluntaria o involuntaria de compañía de otras personas o seres vivos«, pero el hombre y la mujer que tienen una sólida base moral, principios bien establecidos y un propósito de vida, jamás experimentarán la soledad total. Es bueno tener a los demás, pero es imprescindible tenerse a uno mismo.
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Nos hicieron creer que la Prosperidad no es para todos…, cuando en el mundo existe suficiente para satisfacer las necesidades básicas de todos, aunque jamás bastante para colmar la insaciable avaricia de los que tienen más. La «élite de los prósperos» es casi en su totalidad la élite de los explotadores (o de sus herederos), de los que se aprovechan del trabajo de los demás por encima de cualquier valoración ética, moral e incluso humana. Es la élite de los que con su inmenso dinero compran Congresistas, Senadores y Jueces para que aprueben leyes y regulaciones que hagan su dinero aún más inmenso (e inmoral). Ser rico no es pecado (al menos no «per se«) y no se trata de «igualitarismos utópicos«, pero es hora de pasar del «evangelio de la prosperidad individual» a la «comunión de la prosperidad compartida«, que no sólo es posible, sino cada vez más necesaria.
Nos hicieron creer que somos seres imperfectos y que por esa razón se vive con culpas, escasez y miedos…, cuando la perfección existe solo como la ilusión de un estado al que nunca llegaremos, porque arribados a cierto punto nos daremos cuenta de lo mucho que aún falta por «alcanzar«. En ocasiones la perfección es enemiga de la acción, y por supuesto, es causa de espantos y supuestos pecados, haciendo más fácil el mantenernos sumisos y doblegados. Digámoslo alto y de una vez: ¡Estamos despertando. Nacimos para ser felices, no para ser perfectos!
Nos hicieron creer que antes de amarnos a nosotros mismos hay que amar a los demás…, cuando quererse a uno mismo no es sinónimo de no preocuparse por los otros. Podemos, y tenemos que hacer ambas cosas. Podemos comprometernos con el bienestar propio y ajeno al mismo tiempo, pero quien no es capaz de cuidar de sí mismo, jamás podrá hacerlo bien en el caso de otros.
Nos hicieron creer que la felicidad es complacer a los demás, preocuparse por los demás… La felicidad es un camino, no un punto. Una forma particular de existencia, más que una meta específica. Y ese camino incluye a los otros y a nosotros mismos.
Nos hicieron creer que la resignación, sumisión es cosa de amar… , mientras que amar es libertad y liberarse, no sólo uno mismo, sino también a quienes amas. Claro, debías amar a tu rey, a tu señor, al dueño de tu compañía y responder con obediencia, con la sumisa tranquilidad de que «las cosas no pueden ser cambiadas«. Pues le tengo una mala noticia al 1%: sí pueden ser cambiadas: Cuba las cambió hace 64 años, México, Venezuela, Colombia y Brasil están luchando ahora por cambiarlas. ¿Son perfectos? Claro que no. Y jamás lo serán. Pero están comenzando a entender el verdadero sentido de «amar al prójimo«.
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Nos hicieron creer que cuando se ama, se sufre… y nada más lejos de la verdad. Amar es vivir sin miedo, es disfrutar la vida, es ver el mundo de mil colores diferentes, y si en algún momento se experimentan sentimientos del tipo que llamamos «sufrimiento» no es ni la esencia del amor, ni el rasgo principal de su existencia.
Nos hicieron creer que los líderes religiosos y políticos son necesarios y los tenemos que mantener…, y tanto la mayoría de unos como de los otros se las pasan pidiendo dinero y luego incumpliendo sus promesas, o traicionando la confianza que en ellos pusimos. En una sociedad interconectada, donde podemos expresar nuestra opinión a través de un App en cuestión de segundos y tomar decisiones colectivas casi instantáneamente, los días de los políticos están contados. Y en el caso de los que viven para divulgar la palabra de Dios y llenar sus bolsillos, pronto entenderán que ninguno de los Dioses necesita de avariciosos intermediarios para llegar a sus fieles.
Nos hicieron creer que hay fechas donde el consumismo es la verdadera demostración de Amor…, y por eso nos casi «obligan» a comprar costosos regalos en cumpleaños y bodas, Navidad y Fin de Año, San Valentín, Día de las Madres o de los Padres y no sé cuantas fechas más. No importa si tenemos dinero o no, si le gustará o no a la otra persona… lo único importante es seguir llenando los bolsillos de los ricos. Regalar cosas materiales es bonito, pero nada más bello que el regalo cotidiano del respeto, el apoyo y el abrazo.
Nos hicieron creer que la razón es la que vale y la intuición es pura fantasía…, cuando nuestra vida está repleta de mensajes, señales, de expresiones inimaginables del subconsciente humano que aún no comprendemos totalmente, pero estamos obligados a reconocer su existencia. Al menos eso aún nos hace diferente de los robots y las computadoras.
Nos hicieron creer que si piensas y te sales de una estructura, de un sistema, eres un rebelde…, porque sólo los rebeldes cambian el mundo y a los poderosos les conviene mantener el status quo. Bienaventurados sean los rebeldes, porque a ellos corresponde el paraíso terrenal que nos han usurpado por siglos.
Nos hicieron creer que si te amas eres un ser egoísta y te quedaras solo…, cuando sólo si te amas, si te valoras y si te cuidas, serás capaz de amar, valorar y cuidar a los demás.
Nos hicieron creer que la consciencia es un Pepe Grillo o un angelito…, y es maravilloso ver como el simpático Grillo le ajusta los tornillos a Pinocho y como los angelitos susurran palabras lindas al oído de quienes les abren sus almas, pero la conciencia no es algo tan simplista. Ni tan bonito. Es mucho más y va mucho más allá. Distinguir entre el bien y el mal no es sencillo, porque además de ser una opción cargada de subjetividad e historia personal, por siglos se han encargado de insertar en nuestras neuronas y ADN conceptos que se avienen casi exclusivamente con la clase que detenta el poder.
Nos hicieron creer que la magia solo existe en los cuentos…, y ¿qué sería la vida sin magia, sin fantasía, sin sueños, incluso los irrealizables? El exceso de materialismo, -o mejor dicho su errónea interpretación y absolutización-, sea «comercial» o «dialéctico«, minimiza la naturaleza del individuo, que es expandida a su máxima expresión, pero jamás sustituida por el ser social.
Nos hicieron creer que el poder interior de un ser humano solo son fantasías creadas en las películas…, cuando la determinación personal mueve montañas y convierte el pan en peces sin necesidad de proclamarnos dioses. Hay cosas que dependen del sistema socio-económico, de las circunstancias, de factores externos, al igual que hay cosas que dependen del yo interior, de la voluntad y el esfuerzo personal. Sobrevalorar cualquiera de los dos es como amputar una parte imprescindible de la existencia humana.
Nos hicieron creer que somos los únicos en el Universo…, y puede que sí, o puede que casi seguramente no, pero eso no puede nublar la infinita humildad de ser una ínfima parte de un universo infinito, mutable, devorador y enaltecedor. Un Universo del cual somos diminutas piezas de sus caprichos. ¡Y amos incuestionables de la voluntad universal!
Nos hicieron creer tantas cosas…
que cuando te das cuenta de tanta mentira, de tanta manipulación, es cuando DESPIERTAS dejando de creer en todo ello, volviéndose tu realidad diferente a la de toda la mayoría, creando por derecho divino ABUNDANCIA TOTAL.