Tanto nosotros en EEUU, -como bien refleja el reciente artículo del Washington Post sobre la insurrección del 6 de enero-, como quienes se interesan en la política estadounidense en todo el mundo, saben que tenemos TRES TIPOS de conservadores.
Primero debemos señalar a aquellos pocos que se han pronunciado por la democracia y que han sacrificado sus carreras políticas, como los representantes Liz Cheney (R-WY) y Adam Kinzinger (R-IL).
Luego vienen aquellos que están conscientes de que Biden ganó en buena lid y por suficiente margen las elecciones de 2020, pero prefieren hacerle el juego a los teóricos de la conspiración para proteger sus carreras políticas.
En tercer lugar tenemos a los que son verdaderos creyentes en Trump.
Esos camaleónicos republicanos del segundo grupo les cuentan a los periodistas, con frecuencia de forma anónima, cómo se sienten realmente con respecto a Trump y las elecciones de 2020 . Su base de electores apoya a Trump, y su base cree en las mentiras de Trump de que ganó la reelección. Ellos piensan diferente, pero le siguen la corriente a su base, les dicen lo que quieren escuchar y están convencidos de que eso no hará daño a nadie mientras les garantiza los votos que necesitan para ser reelectos.
Estos viven bajo la máxima de Winston Churchill acerca de adular a un gobernante autoritario hambriento de poder, «todos esperan que si alimentan al cocodrilo lo suficiente, se lo comerá de último«.
Los conservadores del primer grupo (lamentablemente no son mayoría), que entienden que Trump es una amenaza para nuestra democracia deben organizarse juntos para proteger su propio partido. No es aceptable ponerse de acuerdo con Trump, hacerle el juego, simplemente porque eso conviene a la agenda política de los conservadores estadounidenses.
Donald Trump es un comodín que ni siquiera ayuda de manera confiable a la agenda política de los republicanos: Trump se centró únicamente en su propia derrota en las elecciones de 2020 y no apoyó a los dos republicanos del Senado de Georgia en sus elecciones de segunda vuelta. El Senado ahora tiene una estrecha mayoría demócrata.
Los republicanos honestos deberían coordinar una estrategia para repudiar las mentiras de Trump sobre las elecciones de 2020 y reclamar su partido. La adulación y callarse la boca no es benigno. Es un peligroso cáncer que está minando lo poco que queda de decencia en nuestras instituciones.
Cuando el furibundo ataque al Capitolio, el pasado 6 de enero, nuestra democracia sobrevivió, en parte, porque algunos héroes de la administración Trump, incluido incluso el vicepresidente Mike Pence, -que no intentó detener la certificación electoral-, impidieron que Trump llevara a cabo un golpe de estado. ¿Y si el golpe es menos inepto la próxima vez? ¿Qué pasa si los leales a Trump que apoyan un golpe obtienen suficiente poder para llevarlo a cabo?
Ciertamente lo están intentando.
Los gobiernos estatales republicanos están aprobando leyes para restringir el voto de los demócratas en el futuro, mientras se cuidan de no suprimir el voto republicano. La decisión de la Corte Suprema de 2013 que deroga parte de la Ley de Derechos Electorales facilita que los estados aprueben leyes de votación restrictivas que impiden de manera desproporcionada que los grupos marginados voten, lo que es cada vez más la intención declarada de los republicanos .
Si se llegase a dar el desafortunado caso de que Trump se presenta nuevamente en 2024, podría intentar utilizar a los leales en los gobiernos locales y estatales para llevar a cabo un golpe, no solo suprimiendo los votos, sino también anulando los resultados.
Para tranquilidad de muchos, prevenir el golpe no presenta dilemas morales, porque es consistente con el seguimiento de la Constitución y los ideales de la democracia. Si los derechos de voto están protegidos y todos los estadounidenses elegibles para votar tienen la oportunidad de hacerlo y ser contados, eso debería ser bueno para todos.
Nuestro actual Congreso, tan dividido y partidista como nunca, tiene que proteger los derechos de voto para proteger nuestra democracia. Debemos proteger nuestra democracia garantizando su rito más sagrado: el voto. Deberíamos hacerlo legalmente, con representantes electos aprobando leyes que permitan votar a tantos ciudadanos elegibles como sea posible. Es apropiado proteger nuestra democracia manteniendo sus ideales.
Además, considero que ayudaría a la nación si algunos de los involucrados en la insurrección del 6 de enero y todos sus seguidores se sientan y reflexionan sobre lo que han hecho. No soy lo suficientemente ingenuo como para esperar que suceda, pero es bueno tener sueños.
Trump y sus seguidores intentaron dar un golpe de estado. Fue violento y la gente murió. Podría haber muerto más gente. El próximo intento puede tener más éxito. Debemos tomar esta amenaza en serio y tomar precauciones ahora protegiendo los derechos de voto de todos los ciudadanos elegibles.
Este artículo se publicó originalmente por JILL RICHARDSON en CommonDreams.org