Cuentan que en una triste noche oscura, un hombre de ideas muy progresistas, un hombre muy revolucionario, con una larga historia de lucha por diversas causas sociales, se sintió tan agobiado por las deudas, un reciente divorcio y la frustración con el hecho de que «ciertas cosas nunca cambian«, que irresponsablemente decidió suicidarse lanzándose desde el puente más alto de la ciudad.
Cuentan también que por esas casualidades tan curiosas de la vida, otro hombre de aproximadamente la misma edad del primero, pasaba por el puente de marras exactamente en el momento en que aquel se aprestaba a terminar con su vida y estaba tomando impulso para su salto final al vacío. Raudo, con esa velocidad que asiste a los seres humanos en momentos de peligro inminente, se abalanzó sobre la baranda del puente y logró sostener por un brazo al que iba de caída hacia las mortales rocas del despeñadero.
«¿Pero que hace usted hombre?» – casi le gritó mientras le sostenía fuertemente la mano al improvisado aspirante a proyectil humano. Por un momento que pareció un siglo, los dos cruzaron las miradas y el que sostenía al otro le soltó casi en un susurro: «Espera…, espera. ¡Yo a tí te conozco!» . A lo que aquel, aferrándose ahora fuertemente a la mano que lo separaba del precipicio, le contestó: «Sí claro… fuimos a la misma Universidad…«
Y entonces, en aquella situación de vida o muerte, en aquel puente de las coincidencias, comenzó entre aquellos dos hombres, el breve diálogo que dio lugar a este escrito.
–«Yo estaba en la Facultad de Historia», confesó mientras evitaba mirar al glotón precipicio que ya se aprestaba a saborear su merienda nocturna.
-«¡Pero qué coincidencia caramba, yo también! ¿Y a qué organización pertenecías tú?»
–«Yo a la de los Jóvenes Revolucionarios del Capitulo Quinto».
-«No me digas… yo también. Pero, ¿los del Capítulo Quinto del Sexto Día o del Octavo?»
–«No, cómo crees, del Octavo, de los duros de verdad».
-«Espera, si yo también… pero es que tenemos mucho en común…» le aseguró mientras sostenía aún más fuerte la mano del ahora atento casi campeón de saltos mortales al vacío… «¿Pero tú eras de los del Octavo que apoyaban la cancelación de la deuda estudiantil o de los del Octavo que sólo querían que eliminasen una parte?»
–«No, jamás. Ya te dije que soy progresista y revolucionario de verdad. Yo era de los del Capítulo Quinto del Octavo Día que apoyábamos la cancelación total de…»
-«Pero, ¡qué me dices, hombre! Si yo también… si es que somos casi hermanos… no puede ser tanta coincidencia… Pero, dame un segundo… ¿tú eras de los del Capítulo Quinto del Octavo Día que apoyaban la cancelación total de la deuda y votaron por Bernie Sanders o de los del Capítulo Quinto del Octavo Día que apoyaban la cancelación total de la deuda y votaron por Hillary Clinton?»
…Y así la conversación se alargó por casi 5 minutos con más, y más, y más coincidencias. Mientras, el que estaba encima del puente había casi conseguido subir al que se tambaleaba sobre el vacío, y la cosa casi terminaba de tan curiosa manera:
– Pero entonces tú eres de la Facultad de Historia, de los del Capítulo Quinto del Octavo Día que apoyábamos la cancelación total de la deuda, de los que votaron por Bernie Sanders, de los que luego se manifestaron contra el Comité Nacional Demócrata por su manipulación de las elecciones… de los que luego abandonaron el Partido Demócrata y se fueron al Partido Popular, no al Republicano o a los independientes…, de los que estaban contra los «moderados» y salieron a manifestarse contra el lobby de las armas, de los que siempre estuvieron contra el criminal Bloqueo a Cuba, de los que están a favor de Salud Para Todos y la subida del salario mínimo, de los que dejaron Facebook para unirse a Bettizens… definitivamente tengo que salvarte hermano, pues somos casi de la misma sangre… y bueno, ¡seguro que también lees El Diario Latinoamericano!
Y en ese fatídico momento, aquel, que inspirado por tantas coincidencias ya había decidido que no quería morir y veía su salvación a escasos milímetros de distancia, le confesó con sinceridad:
-«Mira hermano, yo fuí a la Facultad de Historia, era de los del Capítulo Quinto del Octavo Día que apoyábamos la cancelación total de la deuda, de los que votaron por Bernie Sanders, de los que luego se manifestaron contra el Comité Nacional Demócrata por su manipulación de las elecciones… de los que más tarde abandonaron el Partido Demócrata y se fueron al Partido Popular, no al Republicano o a los independientes…, de los que estábamos contra los «moderados» y salimos a manifestarnos contra el lobby de las armas, de los que siempre estuvimos contra el criminal Bloqueo a Cuba, de los que estamos a favor de Salud Para Todos y la subida del salario mínimo, de los que dejaron Facebook para unirse a Bettizens…, pero no, hermano, ¡yo no leo El Diario Latinoamericano!…»
-¡ENTONCES MUERE, DESGRACIADO¡ – Y sin el menor remordimiento soltó la mano que por tanto rato había aferrado con fuerza y amor.
No sabemos si el atribulado saltarín se hizo papillas o no, pero lo más triste aquí no es la vida humana que pudo haberse salvado, sino lo frecuentemente que esta historia se repite, en todos los países, en todas las épocas, en todos los movimientos sociales…, pero más a menudo aún, por desgracia y para vergüenza nuestra, entre los que defendemos con pasión las causas sociales.
Mientras nos peleamos entre nosotros, unos pocos sacan ventaja y logran mantener el dominio y control de nuestras mentes. Sólo que no hay que buscar culpables fuera. De todas maneras, ellos no van a cambiar.
El verdadero culpable está dentro de cada uno de nosotros, en nuestra mezquindades humanas, en nuestra tendencia a maximizar lo que nos separa y minimizar lo que nos une. Algún día entenderemos el símil del árbol, el tronco y las ramas. Algún día aprenderemos que no importa si no coincidimos en una rama, o en muchas. Las ramas son secundarias. La esencia está en el tronco, en las raíces, en lo que nos hace SER y no en lo que nos hace PARECER. Algún día. Algún día…
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