Sucedió de nuevo, pero ya no es noticia.
Sucedió de nuevo, pero en la vorágine en que vivimos, no a muchos se les activa la memoria y recuerdan que en el 2012 en Connecticut fueron asesinadas 26 personas en la escuela «Sandy Hook«, entre ellos 20 niños pequeños. O que en 2018 fueron masacrados 17 estudiantes y profesores en la escuela «Marjorie Stoneman Douglas«, aunque nadie puede haber olvidado que hace sólo 10 días, otro tirador armado cercenó 10 vidas en Buffalo, New York en una espectacular matanza racista… y otra interminable lista de casos, que en su mayoría hubieran podido ser evitados con un control racional de armas, como sucede en el resto del mundo civilizado.
No en Estados Unidos, donde el dinero y las ganancias de los fabricantes de armas está por encima de cualquier amago de civilización… ESTÁ POR ENCIMA DE LA VIDA.
Esta vez, la nefasta lotería de la avaricia corporativa, eligió a 19 niños y 2 maestros de la escuela primaria «Rob«, en Uvalde, al sur de Texas. Nada menos que en Texas, donde quizás tengan más armas que televisores en cada hogar, al menos en cada hogar «blanco«.
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Detengámonos un momento a mirar esta carita y esa dulce sonrisa de orgullo que ya nunca más será. Esa es Amerie Jo Garza, EPD, de 10 años, una, sólo una más entre los niños asesinados. Lleguen a su afligida familia nuestros pensamientos y oraciones….
NO, mentira, esa es la misma porquería que siempre hacemos. NO. NO y mil veces NO.
Llegue a esa familia, y a todas las demás, el horrible peso de nuestra vergüenza colectiva. Que al menos sepan que nosotros, los CÓMPLICES nos sentimos indignados. Que nosotros como país, como políticos, como ciudadanos y como seres humanos, no tiramos del gatillo, pero sí pudimos haber evitado que otro lo hiciera, pero nos mantenemos de brazos cruzados, hablando la misma basura vacía de siempre, una y otra vez, y enviando… bueno ya sabes, PENSAMIENTOS y ORACIONES.
Ahora miren esta otra cara.
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Es nuestro Presidente, Joe Biden, triste y afligido, que no es lo que me incomoda, pues creo que de verdad se sentía abatido. Lo que realmente me hace hervir la sangre es que ese hombre lleva más de 50 años en los lugares más privilegiados de la política estadounidense y ocupa hoy el más alto puesto de la nación y que tenga el coraje de preguntarse cuándo EEUU tomará una determinación ante el lobby de las armas: «Como nación nos tenemos que preguntar, en nombre de Dios, cuándo vamos a plantarnos ante el lobby de las armas» fueron sus palabras exactas. (… En nombre de Dios, en nombre de la más elemental decencia, en nombre de los niños, carajo, de los niños).
Y luego nuestra distinguida Vicepresidenta, Kamala Harris, remató diciendo: «Basta ya, como nación debemos tener el coraje de actuar y comprender el nexo de lo que constituye una política pública razonable y sensata» en la gala anual del Instituto Estadounidense del Pacífico Asiático para Estudios del Congreso.
Vamos, caray, seamos honestos: ¿Cuántas veces hemos escuchado palabras similares? Cuántos niños más tienen que morir para que hagamos algo, excepto enviar pensamientos y oraciones, que pueden ser muy efectivos en garantizarnos la paz eterna, pero que han demostrado año tras año, década tras década, tiroteo tras tiroteo y asesinato tras asesinato que no pueden garantizar la vida de nuestros niños, nuestros hijos, padres o hermanos de cualquier edad. QUE NO SIRVEN PARA NADA CUANDO SE TRATA DE LA VIDA EN LA TIERRA. Que no sirven de nada cuando se trata de preservar la sonrisa de esa niña, que nunca más será.
Si nuestro Presidente y Vicepresidenta de verdad quisieran HACER ALGO real, productivo, útil y que evitara tantas muertes, convocarían ahora mismo a un paro nacional, sacando millones a la calle hasta que el Congreso legislara, de manera inmediata y efectiva, leyes racionales de control de armas, aunque eso conlleve a que nuestros principales inversionistas de esa industria sean un poquito, un tantito así, menos bochornosamente ricos. ¿Cuántas vidas más valen que ellos tengan un yate menos?
Si nosotros, tan CÓMPLICES como el Presidente y la Vicepresidenta, como el Congreso y la Corte Suprema, de verdad quisiéramos HACER ALGO, les estaríamos exigiendo salir a las calles, paralizar el país, resolver esta porquería de una vez. Y hacerlo con los chicos de la casa y la abuelita, con el dueño del negocio en el que trabajamos, con el pastor de nuestra iglesia, con los maestros de nuestros niños y con los médicos, esos que pueden hacer maravillas pero no milagros, una vez que las balas destrozan las caritas inocentes y se encargan de borrarles la esperanza. PARA SIEMPRE.
Quizás cualquier minuto de la vida sea ideal para plegarias en el caso de quien de verdad lo sienta y/o lo necesite, pero hoy, hoy es hora de ACCIONES, para que esa sonrisa que hoy ya nunca más será, florezca en miles, millones de otros niños que merecen ir SEGUROS a sus escuelas, que merecen que, por ellos, dejemos de ser cómplices. Para que la vida siga. Para que ellos sigan sonriendo. Y tú y yo, TAMBIÉN.